La sequía afecta a las comunidades ribereñas y amenaza la biodiversidad
La crisis climática muestra su cara más cruel en la Amazonía colombiana. Las familias de Santa Clara se ven obligadas a recorrer casi dos horas para recolectar agua debido a la falta de lluvias. Esta situación ha dejado una estampa inusual en el Amazonas: áridas grietas y extensas playas que causan zozobra entre los ribereños.
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El desplazamiento hasta Puerto Nariño, el municipio más cercano, es una odisea. Los habitantes deben halar de la canoa porque el río Loretoyacu, un tributario del Amazonas, no tiene suficiente agua. Además, deben caminar unos 700 metros hasta llegar a la bomba de tratamiento de agua. Los recipientes de 20 litros que llenan duran unos tres o cuatro días.
El calentamiento global ha afectado al ecosistema, provocando la mortandad de diferentes especies de peces. Gentil Gómez, máxima autoridad de la comunidad, confirma que “el clima no ha sido como antes”. Tras un mes sin lluvias, unas gotas cayeron hace una semana, lo que les permite subsistir unos 25 días.
Los ríos son las carreteras amazónicas y los mercados donde las poblaciones ribereñas consiguen gran parte de su alimentación. Sin embargo, con este verano tan largo temen que no puedan pescar lo necesario. “Ahora no hay tantos peces muertos, pero ese es el peligro”, alerta Jerónimo, un pescador local.
Estos cambios climáticos también provocan incertidumbre en las comunidades pues “se ponen en duda las épocas de siembra”, cuenta Lilia Java, coordinadora local de la Fundación Omacha. Esta organización trabaja por la conservación de los delfines, los manatíes y otras especies de fauna desde 1993.