Hoy en día, se nos dificultan manejar las cosas con coherencia, con honestidad hasta con nosotros mismos.
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“Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz. La gente educa para la competencia, y la competencia es el principio de cualquier guerra”: Pablo Lipnizky
“La cooperación es la convicción plena de que nadie puede llegar a la meta si no llegamos todos”: Virginia Burden.
La formación que siempre recuerdo, (es cuestión sociocultural), es esa educación en la competición, …quien es más inteligente, más sobresaliente, quien llega primero a la meta, la mejor nota, la compensación.
Siempre sentí que era como una especie de concurso por superar al otro, incluso a los propios hermanos… (no es juicio a padres o educadores, pues ellos eran reflejo de lo que recibieron), la comparación, el reto, la medición, el sálvese quien pueda, el “resentimiento” (palabra que siempre olvido), la educación extremista si no es blanco es negro… nos desaparecieron los grises de la paleta de colores, por ello nos vamos a los extremos, no podemos aceptar el pensamiento diverso u otros conceptos, “esto no es así” , solo hay una verdad, la verdad del otro no la aceptamos, porque parece que violáramos nuestras convicciones.
Nos quitaron las posibilidades de no encajar en los juicios u opiniones opuestos. Ese tipo de educación al final nos permite la división, la confrontación, la rivalidad, pues además crea lucha, desconfianza, provocación, individualismo.
¡Ah! También que todo se tenía que lograr a través de la lucha, “las cosas no son fáciles” …tienes que esforzarte.
Se escuchaban expresiones como: “La peor cuña es la del propio palo”, “Con la familia es muy difícil trabajar”, lo que nos obligó a que cada cual tenía que resolver su propia vida.
Pienso que, esto se dio, porque no se transmitió el trabajo cooperativo, colaborativo, en equipo; por ello no sabemos lidiar con lo participativo, lo complementario, el diálogo, con mi papá no se puede hablar, no se creó el respeto a la diferencia, porque desde la educación temprana, nos prepararon para la guerra, para el juicio, para el señalamiento, la cizaña.
Aunque en mi caso, mi madre nos decía expresiones como: “Lo del uno es para el otro”, “siempre deben ayudarse y compartir en las buenas y en las malas”, y en las escuelas nos imprimían otros conceptos y prácticas; de apuestas, de luchas, de desafíos.
Hoy en día, se nos dificultan manejar las cosas con coherencia, con honestidad hasta con nosotros mismos y nos asombramos cuando pensamos una cosa y hacemos otra.
El país diverso no nos lo enseñaron a entender, si no a clasificar, a rotular, por clases sociales, por diferencias raizales, por etnias.
Mis opiniones, las manejo como percepciones, no busco enjuiciar, ni juzgar, ni criticar…(palabra que es como un amuleto, se la pasa criticando, “¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo”?.
Hoy todo se maneja bajo esos criterios, la comunicación, la política, lo laboral, la educación, la amistad, claro si nos moldearon en lenguajes y conceptos ambivalentes.
Otra cosa, esa parte del lenguaje incongruente, “me parece”, “lo voy a intentar”, “creo”, por eso nuestras clases dirigentes dicen… “eso fue a mis espaldas”, “eso no es lo que quise decir”, “no estoy seguro”.
¿Hay que revisar los modelos educativos, sociales o culturales?, ¿o revisar los códigos de creencias, o de comunicación?, porque las bases para una sociedad son la familia, la escuela, las autoridades con sus modelos de aprendizaje y de transmisión.
Tenemos Tareas muy grandes que revisar, replantear, desaprender, aprender y luego llevar a la práctica, porque “la educación es la llave para abrir la puerta dorada de la libertad”: G. Whasington Carver (1864 – 1943).
