Colección artística en prendas vestir: patrimonio intangible de la humanidad

El cúmulo de remembranzas, me ayudaron a ilustrar mis obras pictóricas.

Todo comenzó a fluir, desde la creación de un concepto que materializara un trabajo de arte a partir de nuestras Historias más significativas y de sus tradiciones partiendo de los escenarios, elementos, hábitos,  memorias y narrativas de la cultura de un Pueblo.

A partir de este concepto generalizado, deambulé por la remembranza de mis primeros encuentros con la música vallenata: recuerdo desde niña escuchaba hablar de Luis Enrique Martínez, Abel Antonio Villa,  Bobea y sus vallenatos, los Hermanos López, después recuerdo a Alejo Durán, Alfredo Gutiérrez, pasearme por las calles del Cesar, las Bandas San francisco de La Paz, las composiciones de Jaime Molina, la Pintoresca Iglesia la Concepción, el Primer Festival Vallenato donde observé a mi padre, Antonio Sagbini, acomodar el sonido y la amplificación que el construyó para ese Primer Festival Vallenato.

 Recuerdo además, la plaza Alfonso López de Valledupar, con el Presidente Alfonso López sentado con Doña Ceci, (foto que conserva mi Papá) y recorrer las calles empedradas de Manaure (Cesar) con las canciones de Nostalgia “Los 3 monitos”.

Son imágenes que llevo en mi alma como un tesoro, sumadas también a las fiestas de los Sagbinis, llamadas así por algunos jóvenes de la época, las serenatas, los conjuntos autóctonos que solían escucharse durante los años 60 y 70 y parte de los 80.

Enmarcadas en esta cataratas de evocaciones, llegan a mi memoria, las parrandas inolvidables en el andén de mi casa en Valledupar, donde llegaban muchos músicos a los que mi padre patrocinaba, con un Festival paralelo al Festival de la Leyenda Vallenata, llamado “Festival Sagbini”, de donde salieron voces importantes como las de  Farid Ortiz, Robinson Damián entre otros.

Nunca podré olvidar las canciones de Los Zuletas  Rio Badillo, Así fue mi Querer, por Ella, Pa´toda la vida, Luna Sanjuanera, Cóndor Legendario, Corazón Martirizado (se la cantaba un enamorado a Mi Hermana), la tristeza que me da el rio Cesar, con la creciente del Cesar (no por el que se ahogó), sino porque está desapareciendo. Y es que Los Zuletas siempre he sentido que le han cantado a lo nuestro: al Paisaje, a la Naturaleza, al desamor (en su forma de un Hombre no poder describir con lágrimas lo que no se puede expresar, solo con canción).

Tampoco podré olvidar, las vendedoras de cocá, las negras con los canastos, para mí todo esto era indescriptible con palabras, hasta las imágenes se me quedaban corta.

Y como escenificar las procesiones de la Semana Santa, de la Virgen del Rosario, ver a los músicos como un deportista día a día tras la disciplina con un acordeón para cantarle al amor, a la vida, a la naturaleza, a la mujer, a lo cotidiano, ellos buscaban a un santo patrón que les concediera el milagro, que siquiera una corona les diera lo que muchas veces la vida les había negado. El cúmulo de estas remembranzas, me ayudaron a ilustrar mis obras pictóricas: Parrandas, serenatas, acordeonistas, Hurtado, el paisaje de la sierra, negras, juegos tradicionales, vendedores, calles viejas, la Iglesia de la Concepción, las casas Patrimoniales, todo me parecía arte, todo guardaba una historia que contar, sentía que tenía la necesidad de contarle a través de mi Pintura lo que tenía por dentro, eso que atomizó mi mundo de imágenes, pero no quería que fueran solo narrativas, tenía la imperiosa necesidad que describieran también ese sentimiento o emoción que yo llevaba por dentro como un mundo no de conflicto, sino como algo único, que consideraba que todos teníamos derecho a vivir para entender este Macondo que vive Gabo en sus Libros como su realismo mágico, con ese colorido, con esa magia, con esa profunda significación de tres culturas queriendo hablar sin perder su pertenencia y sus esencias

Marianne Sagbini

Valledupar