Tenemos un “ego” tan grande que creemos que el universo lo podemos controlar.
Una realidad que se presenta cotidianamente en la relación que establecemos con la vida es buscar seguridad y tener el control. Sin embargo, a veces la vida no es como la planeamos y esto nos sorprende generando conflictos en nuestro interior.
Yo solía abrumarme cuando las cosas no salían como quería, cuando la realidad no se asemejaba ni un poquito a mis supuestas ideas brillantes, cuando esa meta o proyecto tan anhelado no se daba en el tiempo que había establecido, o incluso, cuando esa persona que estaba a mi lado pensaba o sentía de forma contraria a la mía; eso me iba dando una cierta “rabiecita”, que subía y bajaba, un cierto calorcito que me alistaba para la guerra y me robaba toda la paz. ¿Te ha pasado que cuando sientes que pierdes el control, se genera un descontrol enorme en tu interior?
Pues sí, al parecer desde que somos niños consideramos que el mundo se hizo a nuestra mente, el basto universo se rinde a nuestros caprichos y que todo ha de ser de acuerdo a nuestro querer; hasta Dios se ve obligado a responder a nuestros proyectos y no nosotros al de Él. Según he visto, nosotros lo seres humanos tenemos un “ego” tan grande que creemos que el universo lo podemos controlar, que cada idea que generamos ha de conducir el mundo que nos rodea y más aún cuando creemos que con nuestra racionalidad podemos desarrollar herramientas suficientes para dar solución a lo contrario de nuestros proyectos.
¿Notaste que en la introducción a este artículo la narración de mi amarga realidad se encontraba conjugada en pasado? Está conjugado en este tiempo porque me he dado cuenta cómo funciona el juego del “ego”, el cual me hacía creer que podía tener el control, generando sufrimiento al ver que no era así. Cansado de dicho estado anímico entendí que la vida es un paseo, que debía vivirla “modo paseo”, tranquilo y entendiendo como dice Joan Manuel Serrat “caminante, no hay camino, se hace camino al andar” y lo que es destino ha de llegar, entendiendo que el único control al que estoy llamado es el de mi mundo interior. Esos sentimientos de apego y amargura se han venido transformando, ¡aún no canto victoria!, pero si he podido avanzar en este importante aprendizaje, que me llena de humildad, conduciéndome al reconocimiento de lo pequeño y pasajero que soy.
Hoy ante esta pandemia, examino que somos más pequeños a como nos percibimos y que el control no está en nuestras manos, ante las circunstancias externas mi único control es la actitud frente a ellas. En este presente no he de pedirle a quienes me rodean que cambien, que se ajusten a mi forma de pensar o de sentir, pues de la diversidad queda la gran riqueza del ser. Hoy tengo en el alma la consciencia de la vida como regalo y que al ser sorpresa la he de disfrutar venga como venga. Hoy renuncio a las batallas internas que no tienen sentido y me dispongo al disfrute de cada momento, persona o realidad con la cual la vida me asombra. Hoy renuncio al control.
Es momento de parar y reflexionar. Recuerda todas esas experiencias en las que te has llenado de amargura y has rechazado la vida por no ser como la imaginabas o planeabas, piensa en aquellas personas que has excluido porque no se ajustan a tu mentalidad. Hoy te invito a regalarte la oportunidad de transformar todas esas creencias limitantes, las que hacían parte de tu “viejo yo” y ahora disfruta la libertad de caminar liviano, suelto, celebrando la vida con aquellos que acompañan tu andar. “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar” como dice Joan Manuel Serrat.
Postdata:Formación en inteligencia emocional y espiritual, acompañamiento terapéutico para solución de problemas económicos, en relaciones de pareja y familiares, enfermedades psicosomáticas, elaboración de duelos y adicciones.
Cel: 3128789271.
Licenciado en Filosofía, Teólogo, Especialista en Intervenciones Psicosociales, Terapeuta en Psicología Sistémica y director del Gimnasio de las Emociones Colombia