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sábado, 7 septiembre, 2024

    Aléjate del temor…dale espacio al amor

    El mundo se ha saturado de odios, envidias y accesorios innecesarios.

    Todos los estados de aislamiento, separación, rabia, culpa y soledad forman parte del síndrome del miedo
Foto: portal Muyinteresante
    Todos los estados de aislamiento, separación, rabia, culpa y soledad forman parte del síndrome del miedo
    Foto: portal Muyinteresante

    El Escritor Gerald Jampolski dice que: “amar es abandonar el miedo, y que o bien hay temor o bien hay amor, Si no estamos en el espacio de amor del corazón, es que estamos en el del temor”.

    Todos los estados de aislamiento, separación, rabia, culpa y soledad forman parte del síndrome del miedo. Es preciso que nos alejemos del temor y entremos en el espacio del amor y logremos que esta posición sea permanente.

    Es en estos momentos de aislamiento preventivo y obligatorio a nivel mundial,  caemos en cuenta de muchas realidades que nos rodean que probablemente en el correr de la vida nunca nos habíamos detenido a observar. Muchas personas han perdido la paz interior y se han alejado de su zona de bienestar, han tenido que salir de la zona de confort y se han enfrentado a nuevas situaciones. Se ha alterado la psiquis de muchas personas y en conjunto de familias enteras. El estado actual de inseguridad, de carencias y el aumento de las necesidades ha llevado a las personas a un estado de ansiedad, de inseguridad y de pérdidas.

    Se ha perdido la tranquilidad, las familias han afrontado la realidad de obligatoriamente compartir los mismos espacios, las mismas dinámicas temporales y se han chocado con el verdadero entorno familiar ya olvidado. Las familias se encuentran concentradas en los mismos espacios, sin los espacios atemporales donde enviaban a sus hijos pequeños a pasar el tiempo porque carecían de tiempo para atenderlos, con clases de música, aprestamiento de lectura, refuerzos, danza, música, artes o natación. Esos espacios atemporales que terminaron siendo ocupados por docentes, instituciones, clubes o terceras personas que asumían la responsabilidad directa de ser padres y apoyar la “formación” de estos pequeños.

    Se ha perdido la unidad familiar, se ha visto afectada por la intolerancia, la violencia y maltrato intrafamiliar, no solo a mujeres u hombres sino a los menores de edad. Ya las mujeres que en gran manera han sido las que reflejan mayor estadística, deben hacer llamadas telefónicas en clave para dar aviso a las amigas o autoridades cuando están siendo violentadas en este aislamiento. Los gritos a los menores de edad, se han convertido en el pan de cada día, ya que  muchos padres pierden la paciencia,  por carecer de esas actividades atemporales fuera de casa. ¿O será que el miedo a la convivencia real nos aterra? ¿Nos aterramos de esos seres dormidos internos? ¿Realmente somos así…o hemos sacado lo peor de cada uno durante el aislamiento?

    Cada día surgen nuevos ataques y abusos a menores de edad, pequeños indefensos que no reciben el respaldo del estado y las autoridades, estructuradas para la protección de las personas.

    Se ha perdido la tranquilidad escolar de los menores, donde sus padres no aportan en su equilibrio emocional para que también aprendan en lo inexplicable del alcance de una pandemia, a relajar su mente, a convivir y aprender a compartir espacios saturados que antes no se compartían. Porque están rodeados de gritos, de desespero enfrentados a padres que a pesar de ser profesionales en la mayoría de los casos, no son metodólogos o pedagogos y carecen de procesos de docencia para contribuir al entrenamiento y apoyo escolar que era atemporal en otros espacios, estos niños que deben pasar horas frente a una pantalla de televisión o computador para satisfacer y complementar sus necesidades escolares y otro tanto que está pegado del radio sin entender mucho y algunos más sin acceso a esos medios de formación y enfrentando solos con su familia un Estado ausente.  Padres que a través de los gritos y el alto volumen de sus equipos apaciguan esas iras internas, porque uno de sus pequeños no entiende o no comprende sus ciclos de aprendizaje, cada uno tiene su tiempo y cada uno tiene su capacidad, están haciendo apoyo a menores a través del estrés, la ira contenida y sus accesorios innecesarios. Hoy compartimos gracias a estos altos volúmenes las clases de primaria, porque no se han dado cuenta que las clases se interiorizan, no se comparten con el vecindario y menos con volúmenes indeseados no solo de los aparatos sino de los gritos que nos hacen preguntarnos, donde está el amor? ¿Dónde está ese primer amor cuando vieron su carita por primera vez en la sala cuna de un hospital o una clínica, siendo testigos del milagro de la vida? ¿Dónde está el amor para defenderlos sabiamente y no agredirlos? ¿Dónde está? ¿Se envió acaso al cuarto de san alejo donde nadie convive y se archiva lo que no sirve?

    Se pretendía que cada ser humano en esta pandemia tuviera los espacios de reflexión interna, de autoconocimiento y análisis, que creciera como ser, de ser mejores cada día, más colaborativos y dejar de estar ausentes en nuestras familias y nuestros hogares, ser más espirituales, mas conectados a la bondad y apoyar la satisfacción de necesidades de otros, dejar de ser, para ser.

    La espiritualidad reflejada en esa conexión con lo divino y establecido en nuestro pensamiento establecido como sabiduría y obediencia hacia lo eterno. La verdadera conexión del alma con los demás seres, llenarnos de la bondad y el amor que este mundo necesita.

    El mundo se ha saturado de odios, envidias y accesorios innecesarios. ¿Cuáles son estos? Lo que no usamos y que tenemos en estos momentos archivados en los closet, zapatos, bolsos, lujos, autos, joyas que se encuentran guardados y que probablemente se conviertan en colecciones sin uso y otros accesorios que se componentes de los interminables miedos. Nuestra cotidianidad se ha visto disfrazada de sudaderas, calzado cómodo, visores de plástico,  caretas y tapabocas. Muchos seres humanos desde la otra orilla con altos niveles de carencia, con cargas de ignorancia, indisciplina y múltiples necesidades, sin respeto por el otro y sin consideración a que por su responsabilidad mucha gente termine contaminada. Lados opuestos pero al fin y al cabo la misma falta de afecto, miedo, estrés y soledad interna, sumado a un desquiciamiento social.

    ¿Si no hemos renovado nuestra forma de pensar que nos espera?  ¿Qué estamos dejando para estas generaciones de hijos que no encuentran dialogo, ni amor, sino gritos, reproches y maltrato?  ¿Que pasara con estos matrimonios que durante estos momentos solo recibieron violencia y agresiones?  Ojala nuestra reacciones no sean solo reflejo de nuestros miedos internos, al que comúnmente llamamos estrés. ¿De que maneja podemos despojarnos de todo los que nos agobia?

    Las vidas son solo trayectos llenos de puertas que se cierran y se abren, donde hay oportunidades, opciones y salidas, lo mejor de este tránsito por la vida es dejar a un lado las puertas de experiencias negativas y tomar de todo ello lo que mejor podemos aprovechar y lo que sirve para la vida, es necesario abrir las puertas de la alegría, del entendimiento, la comprensión, compasión, perdón y libertad. Puertas de valía, autonocimiento, dignidad,  autoestima y el amor por ti mismo.  Es la única forma de continuar siendo eternos y generar esa capacidad de amor hacia los otros, tratarlos como nosotros quisiéramos que nos traten, en el dar esta la verdadera alegría.  ¡En estos momentos de aflicción gozar de alegría, es la verdadera revolución!

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    sayco

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