Imer Baldovino Quevedo le contó a EL TIEMPO su historia. Pide ayuda para entrar a una universidad.
Imer Baldovino Queveda y su caballo ‘Tormento’, un criollo garrochero, ingresaron imponentes a la Institución Educativa San José de Majagual (Sucre), en la subregión de La Mojana y en medio de la sorpresa y admiración de todos se aproximó a la mesa principal para recibir su cartón de bachiller.
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Junto a él también se "graduó" ‘Tormento’, su fiel amigo por más de un año y medio atravesando caminos llenos de barro y agua producto de las afectaciones ocasionadas por el desbordamiento del río Cauca, ante el inclemente invierno que se vivió en la región.
Tenía que recorrer una hora en su caballo desde la vereda ‘El Ciego’, un caserío conformado por fincas en jurisdicción de Majagual, hasta el colegio donde estudió.
En una de esas pequeñas fincas vive con su madre y sus abuelos, rodeado de la naturaleza, pero también de las necesidades propias de una región abandonada por las autoridades.
Caminos perdidos
La región de La Mojana padeció por más de un año y medio las inclemencias de las lluvias y el crecimiento del río Cauca que rompió en el sector conocido como ‘Cara de gato’. Las aguas llegaron hasta las zonas rurales de Majagual, Sucre (Sucre) y Guaranda, en La Mojana sucreña, además del sur de Bolívar y parte de Córdoba.
Las vías de penetración se ‘perdieron’, los pueblos padecieron bajo las aguas, los cultivos de arroz y de pancoger se ‘ahogaron’ y un gran número de animales también perecieron.
“Muchos colegios tuvieron que cerrar, los alumnos dejaron de ir a clases en las Instituciones que permanecieron abiertos y se llegó a una deserción escolar bastante alta en esta zona del Departamento”, dice Arcesio Paredes, líder social de la región.
Cuenta que entre las grandes afectaciones están las vías, lo que le impedía a los campesinos sacar sus productos y a los jóvenes llegar hasta sus colegios.
Es aquí donde Imer Baldovino toma le decisión de asistir a clases todos los días en el caballo que le prestaba Antonio Enrique Ordóñez, dueño de una finca cercana donde también trabajaba en los oficios de la vaquería.
“Desde las siete de la mañana comenzaban las clases y en ocasiones llegaba tarde, porque me tocaba recorrer una hora en el caballo, hasta la una de la tarde que regresaba a la pequeña finca donde vivo”, señala Imer.
Dice que fueron tiempos muy difíciles, porque no era lo mismo desplazarse en una moto que a caballo.
“Llegaba una hora tarde, perdía clases y los profesores me regañaban. Si salía muy oscuro no desayunaba y mejor esperaba a que mi mamá me diera algo de comer”, indica.
Pidió graduarse en su caballo
Desde que supo la fecha del grado, Imer Baldovino Quevedo no lo pensó dos veces y tomó la decisión de ir a la ceremonia en su caballo y así se lo hizo saber a su cuerpo de profesores y al rector del colegio, quienes le dieron su aprobación.
“Le dije a la profesora que quería ir en mi caballo porque es mi amigo fiel, me acompañó todos los días en esos recorridos con inundaciones y ahora tenía también el derecho de ir a mi graduación”.
“Eran pocas las personas que sabían, fue una gran sorpresa cuando vieron al caballo ingresar a la ceremonia”, explica en medio de la euforia de un joven de 17 años de edad.
Trabaja en la vaquería
No fue nada fácil para este joven terminar sus estudios. Le toca ayudar a su madre Viviana Baldovino, quien se gana la vida como estilista y aportar para los gastos de la casa.
Es por eso que trabaja en una finca como vaquero, encerrando animales, ayudando en el ordeño y otros oficios propios.
“Cuando llegaba del colegio comenzaba a trabajar y tenía además que estudiar. No era fácil, pero logré salir adelante”, cuenta.
Pide al Gobierno que lo ayude para entrar a la universidad
Ahora, Imer quiere estudiar ingeniería agropecuaria. No se ha inscrito en ninguna universidad porque no tiene los recursos para poder aspirar a una carrera profesional.
“Todo se puede con esfuerzo, todo sacrificio tiene su recompensa, no hay excusa para estudiar, pero ahora le pido al Gobierno que me ayude porque no tengo dinero para iniciar una carrera profesional”, expresa.
Imer Hafeth Baldovino Quevedo se convierte en un gran ejemplo para los jóvenes de la subregión Mojana y San Jorge, en Sucre, dos regiones que han padecido con las inundaciones, donde sus habitantes en muchas ocasiones no tienen ni para comer, pero con todo el esfuerzo del mundo logran salir adelante.
Espera ahora poder convertirse el ingeniero agrónomo y que le tiendan la mano para poder lograrlo.
Esta nota la puede encontrar en eltiempo.com / Francisco Javier Barrios
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