El chef español, acusado de asesinar y desmembrar a un médico colombiano, enfrenta una dura realidad en la prisión de Samui.
Daniel Sancho, el chef español que confesó haber asesinado y desmembrado al médico colombiano Edwin Arrieta en un hotel de lujo en Tailandia, ya se encuentra en la cárcel de Samui, donde espera su juicio.
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Lejos de las comodidades que disfrutaba en el Haad Salad Villa, Sancho ahora debe soportar una realidad de horror en el centro penitenciario.
La cárcel de Samui, ubicada en una isla del Golfo de Tailandia, es la segunda más grande del país y alberga a unos 800 reclusos, cuatro veces más de su capacidad.
Según testimonios de exconvictos, las condiciones son de extrema dureza y violan los derechos humanos.
Los días empiezan a las seis de la mañana con un silbato que ordena a los presos presentarse para el recuento. La higiene personal es un desafío, con solo 16 duchas disponibles para cientos de personas.
A las ocho de la mañana, los reclusos deben cantar el himno nacional y ponerse el uniforme correspondiente: azul para los condenados y marrón para los procesados.
La alimentación es precaria y se basa en arroz y huesos de pollo. Los presos que tienen dinero pueden pedir comida del exterior o comprar productos básicos en una tienda.
Las visitas solo se permiten entre semana y son una oportunidad para obtener agua y comida.
Las tardes se pasan entre la lectura, el ejercicio o la televisión. Los presos no tienen camas, solo mantas que deben usar como colchón, almohada y cobija.
La noche es quizás el momento más difícil. Los presos deben dormir a las nueve de la noche con las luces encendidas y el ruido constante.
Daniel Sancho podría pasar al menos seis años en esta cárcel, si es que logra la extradición a España. De lo contrario, podría enfrentar una pena mayor e incluso la muerte por el crimen que cometió.