En la mítica fracción, famosa por su grado de dificultad y por la afluencia de público, la meta es garantizar la integridad de los corredores.
¿Cómo proteger la subida al Alpe d’Huez? Cada vez que ese mítico puerto se presenta en el trazado de la carrera, ese aspecto se convierte en un rompecabezas para los organizadores del Tour de Francia, que regresa este jueves a uno de sus puntos emblemáticos y con más aficionados.
Una de las razones por las que este tipo de etapas atrae a más público es que, por su dificultad, los ciclistas pasan muy lentamente, lo que les da a sus seguidores la oportunidad de verlos bien, en todo el esplendor de su esfuerzo, y de animarlos. Algo que no ocurre en etapas en terreno plano en las que el público se prepara, a veces durante horas, pero solo ve a los ciclistas por unos segundos.
Las características de las etapas de montaña, sin embargo, también ofrecen condiciones para que los aficionados, emocionados, salten a la vía y pongan en riesgo la integridad de los pedalistas. Incluso, como ocurrió en la etapa 10 del martes, para que se organicen protestas aprovechando la visibilidad que les da la impresionante cobertura mediática del Tour.
“Es necesario recuperar la serenidad, respetar a todos los corredores, aplaudir a los que se tenga ganas de aplaudir”, insistía el director del Tour, Christian Prudhomme, después de los incidentes de 2018, cuando el italiano Vincenzo Nibali se fue al suelo por una acción de un espectador (vértebra fracturada), en medio de una confusión agravada por aficionados hostiles al equipo Sky, dominante en la época.
El dispositivo aprobado esta vez cuenta con barreras en los primeros hectómetros de la subida y, sobre todo, en los cuatro últimos kilómetros. Casi 600 gendarmes velarán por la seguridad en la etapa, más de 250 específicamente destinados a lo largo de las 21 curvas numeradas del Alpe d’Huez.
“En varias curvas tendremos el refuerzo de policías extranjeros”, precisa a la AFP Pierre-Yves Thouault, director adjunto del Tour. Agentes holandeses en la curva conocida como “la de los holandeses” (N.7), donde en el pasado hubo espectadores que abusaron de la cerveza, y también daneses, un poco más arriba (N.6).
Las bengalas supusieron un problema en 2018, hasta el punto de provocar el enfado de Christian Prudhomme: “Se dice a menudo que lo peor en la seguridad vial es la niebla. Es exactamente así. Las bengalas no tienen sitio en las carreteras de las carreras ciclistas. Hacen respirar un olor nauseabundo a los corredores del Tour y además les ciega. No tienen ningún sentido”.
En un ambiente que recuerda a los fondos de los estadios de fútbol se produce una mezcla de todo tipo de espectadores en las orillas de la carretera.
“La multitud es monumental, pero también amigable”, estima el general Yann Tréhin, jefe del grupo de la gendarmería del departamento de Isère, en declaraciones al diario regional Le Dauphiné. “La gente no es agresiva; simplemente un poco demasiado entusiasta algunas veces”, señala.
Se espera una gran afluencia de público a lo largo de la subida de 13,8 kilómetros.
“Habrá mucha gente en el lugar”, preveía en el inicio del Tour Christian Prudhomme. “Se multiplicarán los mensajes en las redes sociales, la prensa y la radio”, apuntó, con el objetivo de que el Tour siga siendo una fiesta, sin peligro para corredores o espectadores.
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