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viernes, 22 noviembre, 2024

    Orquesta Filarmónica Étnica del Cesar transmite cultura de kankuamos

    La gaita y el chicote se mezclan con el piano, la guitarra, el violín, la trompeta, entre otros.

    Las sencillas tonadas de lamento profundo y melancólico de los ritmos ancestrales de la Gaita y el Chicote, música tradicional kankuama, viajan al compás de la flauta dulce interpretada por unos jóvenes de esta comunidad indígena, que buscan transformar sus vidas a través de los valores artísticos y transmitir al mundo los saberes culturales de su estirpe étnica.

    Son jóvenes talentosos, con manos ágiles que les permiten combinar la magia de estas piezas musicales que se mezclan con la potencia sonora de otros instrumentos como el piano, la guitarra, el violín, el violonchelo, el contrabajo, la trompeta, saxofón, el fagot y otros elementos de percusión sinfónica.

    Este repertorio rompe los esquemas del arte musical de esta raza, ejecutado por 35 estudiantes entre los 7 y 14 años, que conviven entre los dulces que salen de la molienda de la caña de azúcar y los rincones empedrados de su pueblo natal, Atánquez, epicentro de los kankuamos, un corregimiento de Valledupar localizado en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta.

    A estos pequeños artistas, la música les inspira y les embelesa el alma, mediante su evolución, afinación y conocimiento, cada uno de ellos se han atrevido a construir su propio sueño y aspiran a desarrollarse artísticamente en la primera Orquesta Filarmónica Étnica del Cesar y ocupar un sitial de honor a nivel nacional e internacional.

    “Es grato para mí hacer parte de este grupo musical porque sé que podemos lograr que nuestra cultura sea escuchada y revelada ante el mundo. Por otro lado, también he conseguido relacionarme con otros niños de este lugar”, dice orgullosa Keidy Montero Montero, una de las niñas que lleva tres años en la orquesta filarmónica.

    Este buen desempeño es el resultado del programa de becas Tokando, liderado por la Caja de Compensación Familiar del Cesar (Comfacesar) y la Fundación Incolmotos-Yamaha, que pretende que niños y jóvenes se formen en valores a través de la música.

    "La iniciativa pretende reconocer el talento innato de estos jóvenes, una apuesta que venimos desarrollando desde el 2017 con resultados positivos, dado que los participantes se perfilan como futuros músicos y son los encargados de promocionar y salvaguardar la riqueza musical del pueblo indígena kankuamo, interpretando música autóctona con los instrumentos propios de su cultura, matizando este aprendizaje con otros elementos sonoros”, recalca el director de Comfacesar, Frank Montero.

    Pero la formación musical es solo un pretexto, porque a la par del aprendizaje se abren espacios para formar a los jóvenes como seres humanos, educarlos en asuntos de su idiosincrasia étnica, y fortalecer escenarios que contribuyan a reforzar el tejido social, afianzar la construcción de paz y robustecer la sana convivencia.

    Es interesante porque aquí se relaciona también la interdependencia y cooperación, se forman para ser mejores miembros de la sociedad y también lo hacen sus familiares

    “Las clases son gratuitas y buscamos desarrollar en ellos las habilidades básicas, lo que es satisfactorio porque en ellos solo vemos rostros de alegría y a Fundación Incolmotos – Yamaha reconoce el talento innato de estos jóvenes, y gracias a la gran acogida, queremos extender el programa hacia otros municipios del Cesar”, aseguró Rosa Ustáriz, subdirectora operativa de Comfacesar.

    A las líneas de expresión musical se han adherido otras derivaciones culturales propias de los kankuamos, como la danza y el canto donde los chicos interactúan con el acervo de su riqueza étnica, imitando los movimientos del sol, la luna, la lluvia, las cosechas y otros elementos presentes en la naturaleza, asociados a otros rituales que simbolizan su idiosincrasia cósmica.

    “El modelo de beca va enfocado al baile, el canto, la interpretación instrumental y a escuchar. Entonces, mientras unos tocan, otros danzan y cantan. Realizan como una obra teatral de todos los componentes de su cultura y recrean muchas escenas de sus vivencias y emulan a diferentes animales. La idea es potencializar sus raíces ancestrales”, subraya Esteban Villamizar, responsable de Cultura de Comfacesar.

    Los ensayos se realizan una vez por semana. Ese día, los jóvenes cambian sus cuadernos por la formación instrumental, en la que predomina la flauta dulce y, a partir de allí, estimulan su desarrollo intelectual, sensorial, emocional y físico.

    “El estilo de vida para ellos es productivo, porque también trabajan en la estrategia desde el emprendimiento para que a futuro también puedan crear sus propias orquestas, pues la mayoría utilizan el tiempo libre en temas de agricultura. El arte también ha influido en su rendimiento académico ya que estas actividades les ha acrecentado la disciplina y responsabilidad”, precisó Orlando Becerra, coordinador del Centro de Bibliotecas y Cultura de Comfacesar.

    En estos procesos también ha estado involucrado el Ministerio de Cultura y la comunidad, con los cuales se ha venido organizando un circuito de conciertos donde los jóvenes artistas aparecen en escena con su atuendo típico que delatan la cotidianidad kankuama.

    En una sucesión de movimientos visualmente atractivos, sobresalen las niñas que se destacan por sus mantas blancas cruzadas, guaireñas y coloridos collares colgados al cuello, mientras que los niños lucen camisa blanca manga larga con pantalón blanco, al que le suman sombrero y mochila, mediante el cual sustentan su arraigo cultural.

    Fuente: eltiempo.com

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