Shane Butrón custodia 200.000 discos en Discolombia, preservando joyas sonoras de Villa y Escalona que atraen turistas globales mientras el formato resurge tras décadas de olvido.
Contra pronósticos tecnológicos, el vinilo resurge como fenómeno cultural en el Caribe colombiano. En Barranquilla, Shane Butrón lidera este renacimiento desde Discolombia, tienda familiar que desafía la era digital. Nieto de Félix Butrón Arbeláez (fundador de Felito Records), Shane preserva un legado sonoro donde el vallenato, la champeta y la salsa recuperan su esencia tangible. "El acetato tiene alma; el streaming no", afirma mientras observa turistas europeos explorar sus estantes. (Lea también: Afinia programa mejoras eléctricas del 3 al 5 de julio )
Cuando el CD dominó el mercado en los 90, Butrón enfrentó una encrucijada: "Nadie quería acetatos, pero yo guardé todo". Durante 20 años, mantuvo la bodega que abastecía a Disco Colombia, acumulando piezas desestimadas. Su perseverancia rindió frutos: hace una década, el vinilo inició su retorno global. Hoy, su colección –validada por The Vinyl Factory entre las 10 mejores del mundo– incluye gemas como primeras ediciones de Abel Antonio Villa, Luis Enrique Martínez y grabaciones originales de Escalona.

Santuario de la música caribe
Las paredes de Discolombia albergan 200.000 discos que narran la historia sonora de Colombia. Sectores dedicados al vallenato exhiben obras completas de Calixto Ochoa y Guillermo Buitrago. "Aquí vive el folclor", señala Shane al mostrar un ejemplar de Alejandro Durán de 1963. La tienda se ha convertido en punto de peregrinaje: coleccionistas japoneses buscan champeta, italianos preguntan por Diomedes Díaz, y jóvenes locales redescubren boleros. Cada visita es una inmersión en capas de cultura auditiva.
Butrón dedica horas diarias al meticuloso cuidado de los discos. Con brochas especiales y soluciones de limpieza, elimina micras de polvo que distorsionan el sonido. "El vinilo exige paciencia: cada rayón cuenta una historia", explica mientras restaura un LP de los 70. Su política de trueque fomenta comunidad: "Traigan un disco que no les guste y llévense otro". Este intercambio revitaliza colecciones y teje redes entre generaciones de melómanos.
El resurgimiento del formato demuestra que lo analógico y digital pueden coexistir. Discolombia organiza "escuchatorios" donde novatos descubren la calidez única del sonido análogo. "El crujido antes de la canción es magia pura", comenta un joven durante una sesión. Shane proyecta digitalizar catálogos raros, pero insiste: "Nada reemplaza sostener la historia en tus manos". Su lucha preserva no solo discos, sino la identidad sonora del Caribe colombiano.
