Utilizan la planta acuática para convertirla en bolsos, sombreros y tapetes.
Ludys Ovalle Jácome
Especial para El Tiempo
Valledupar
El manto verde de la tarulla que se extiende sobre las aguas de la Ciénaga de Zapatatosa, el humedal continental más grande de agua dulce que tiene Colombia, es la fuente de inspiración de un grupo de artesanos del Cesar.
Se trata de una especie vegetal acuática que abunda en el complejo cenagoso, que luego se transforma en materia prima para la elaboración de bolsos, mochilas, carteras, monederos, sombreros, canastos, abanicos, servilleteros, llaveros y tapetes.
En este proceso se extraen mensualmente ocho toneladas de tarulla, con participación de 30 familias de la Fundación Manatí, que viven en Antequera, corregimiento de Tamalameque (Cesar), pueblo enriquecido de mitos y leyendas.
“Recogemos la planta en canoas y hacemos el lavado en la misma ciénaga, donde quitamos los residuos de tierra o lodos que quedan en las raíces de la tarulla”, explica Emilse Pérez, presidenta de la Fundación. Sin recurrir a elementos industriales, los dedos de los artesanos se mueven sobre las hojas y las raíces del tallo de la tarulla para facilitar su limpieza y el proceso de cocción.
“Calentamos la planta en una olla de metal a una temperatura entre 85 y 95 grados, esto le da la suavidad que buscamos en el tallo para que sea manejable”, comenta Sandra Luz Vega, una de las artesanas.
Evocando las raíces de su memoria, cuentos de espantos como ‘La Llorona loca’ y música de tambora, los artesanos comienzan a secar la tarulla sobre una mesa. Con la ayuda de una espátula planchan la fibra, dejando firme la superficie.
“Es un proceso que hemos ido aprendiendo poco a poco con la ayuda de otras artesanas del país que trabajan la guasca del plátano; de ellas heredamos otras habilidades para el secado y los tejidos”, detalla una de ellas, Nerelcy Robles.
El emprendimiento ofrece muchas posibilidades mercantiles. Por ello, se esmeran en devanar, tinturar y entrelazar los hilos con los que van moldeando cada pieza, decoradas con perlas, telas, semillas o pinturas a mano, plasmando en ellas las ilusiones y saberes de su historia.
“Comencé hace 11 años haciendo puntadas de crochet, luego pasamos al tejido con la palma de estera. Actualmente, combinamos todas las técnicas para darle un toque más personalizado a nuestros productos”, sostiene Pérez.
La creatividad se ve reflejada en cada uno de los productos que han ido adquiriendo fuerza en el mercado local, regional y nacional, los cuales comercializan a buenos precios. “Los vendemos por encargo a la gente del pueblo y a otras ciudades como Bucaramanga, Barranquilla y Medellín”, precisaVega.
El deseo inmediato es conquistar escalas internacionales, por lo que solicitan capacitaciones al Sena para prepararse en temas como acabados y diseños. “Queremos capacitarnos para combinar la tarulla con el cuero, con telas y otros materiales que resaltan los diseños. Soñamos que entran los carros a recoger nuestros productos para exportarlos a otros países”, recalca Pérez.
La tarulla también es empleada en la elaboración de papel, bolsas, cajas, agendas y abono orgánico. “Con los residuos de papel, hojas, raíces y tallos, elaboramos el abono que vendemos en las granjas aledañas a la fundación”, subraya la líder.
Las emprendedoras son supervisadas por funcionarios de la Corporación Autónoma Regional del Cesar (Corpocesar), Ministerio del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible y la Unión Europea, en el marco del programa de generación de negocios verdes que se promueven en este departamento.
Fuente informativa:
eltiempo.com
Directora de Comunicaciones de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica Estética y Reconstructiva,
Amplia experiencia en diferentes medios: Periodismo, Imagen Corporativa, Comunicación Organizacional, Marketing político, Relaciones Públicas, Protocolo, Proyectos Televisivos a nivel nacional, Asesoría de comunicación, Desarrollo de páginas Web y Mercadeo.